Escribí la primera versión de este artículo en mayo de 2020, apenas dos meses después de que las Seychelles cerraran sus fronteras por primera vez, y ya estaba diciendo que la crisis de la COVID-19 no era un contratiempo. Decía que sus impactos vaciarían la conservación de la biodiversidad tal como la conocemos de su sentido, e incluso podrían hacer fracasar grandes partes de ella. Las fuentes tradicionales de financiación se agotarían. Las preocupaciones financieras de entonces, y de hecho se ha demostrado que eran ciertas en la actualidad, incluían el colapso del turismo, del que muchas organizaciones conservacionistas dependen en gran medida, una fuerte y rápida disminución del valor de los fondos fiduciarios y las inversiones, incertidumbres en cuanto a la continuidad de la financiación de los donantes bilaterales y multilaterales, y un incumplimiento por parte de los gobiernos, muchos de los cuales, en nuestra región, ya están muy endeudados. No tendremos dinero para mantener a nuestro personal o para comprar equipos y materiales, decía. Los voluntarios, consultores e investigadores internacionales tendrán dificultades para viajar, debido a restricciones y preocupaciones.

La comunidad de la conservación ha sido una víctima colateral de la COVID-19 y debe seguir adelante. Pero, ¿a dónde vamos y cómo lo hacemos? Las tecnologías disruptivas son una mega-tendencia mundial y muy probablemente el futuro de la conservación. El internet de las cosas, la Inteligencia Artificial y el aprendizaje automático, las cadenas de bloques (block chains) y las criptomonedas, deben desempeñar un papel clave en la conservación. La conservación tradicional tendrá que hacer un salto hacia lo que podemos llamar “conservación electrónica”, un mundo nuevo y valiente cuyos fundamentos ya están construidos.

El dinero tradicional ya es escaso y las criptomonedas podrían conocer una enorme expansión. China se está convirtiendo en la primera gran economía en lanzar una moneda digital. Facebook y otros también están trabajando en sus propias monedas digitales. La criptomoneda de conservación de la UICN, la Fundación Porini y Nature Seychelles, propuesta hace algunos años, estaba demasiado adelantada a su tiempo y necesita ser relanzada. Es urgente que las organizaciones de conservación y las instituciones financieras trabajen juntas para definir formas de usar las criptomonedas.

Las cadenas de bloques son un instrumento genérico que se puede utilizar para una multiplicidad de propósitos de conservación. Serán una piedra angular en cualquier nueva arquitectura de conservación. Algunos ejemplos en los que se están utilizando las cadenas de bloques en la conservación incluyen el rastreo de peces “del cebo al plato” para gestionar la pesca sostenible, asegurar a los donantes que su financiamiento no padece corrupción antes de llegar a los programas o comunidades metas, el rastreo de vertidos ilegales, la financiación colectiva de la reforestación, unos contratos inteligentes y a prueba de manipulaciones o la garantía de los programas de compensación de carbono.

A medida que el turismo desaparece de nuestras áreas y sitios protegidos, ¿podemos recurrir a la transmisión de vídeo en directo y pedir a la gente que pague por eso? WildEarth safariLIVE ya lo está haciendo, transmitiendo safaris en directo y sin guion, con un guardaparque experto en un vehículo o a pie, o utilizando drones, globos, o vehículos y cámaras con control remoto. En algún momento, todos nos plantearemos la posibilidad de que nuestros avatares paseen junto a ese guardaparque, gracias a una retransmisión en vivo desde un parque nacional. Estamos en la puerta de entrada de un nuevo mundo emocionante en el que la gente explorará y experimentará el entorno natural de maneras nunca antes imaginadas. Tenemos que ser capaces de monetizar estas experiencias para que podamos recoger beneficios.

Las tecnologías digitales están desempeñando un papel cada vez más importante en el aprendizaje electrónico, y los juegos también se pueden utilizar para atraer a más personas hacia la conservación o incluso para cambiar comportamientos. Las posibilidades de involucrar a niños y padres en la conservación mediante la tecnología digital son infinitas. Algunas industrias ya están utilizando dispositivos de seguimiento cuyos equipos se pueden producir utilizando impresoras 3D. Los drones pueden vigilar nuestros sitios y unos sensores visuales y acústicos pueden informarnos de cualquier actividad ilegal. Los satélites nos informan de la pesca ilegal en nuestras Zonas Económicas Exclusivas. Un laboratorio portátil llamado GENE es capaz de extraer, amplificar y secuenciar ADN, incluso en condiciones de campo más remotas. Unos códigos de barras de ADN ayudan a rastrear el comercio ilegal de vida silvestre y la pesca. Unas herramientas de recopilación de datos como CyberTracker generan y dan acceso a datos masivos (big data). La ciencia ciudadana puede ser más efectiva gracias a aplicaciones como iNaturalist y WikiAves que utilizan algoritmos para reconocer las especies.

Una característica común entre muchas de esas herramientas es que se desarrollaron originalmente para otros fines. Los conservacionistas ahora deben pasar de ser consumidores a impulsores e innovadores de tecnología. Deben desarrollarse nuevas herramientas para las nuevas necesidades de conservación. La bioinformática, por ejemplo, es una ciencia en crecimiento, cuyo objetivo es desarrollar una infraestructura electrónica común y de fácil acceso, que integre la investigación sobre biodiversidad. Algunos grupos como WILDLABS, el Grupo de Trabajo sobre Tecnologías de la Conservación y TechnEcology ya están ocupando algunos de estos espacios.

Esta crisis ha sido una alerta roja para la conservación desde hace un año. Las cosas no se arreglarán por sí solas mientras nos limitamos a mirar. Necesitamos que los donantes hagan las inversiones iniciales para catalizar la transición hacia la conservación electrónica. Necesitamos que las organizaciones mundiales de conservación reúnan a las comunidades de donantes, tecnología y conservación para que se desarrollen las herramientas y los marcos adecuados. Necesitamos que las instituciones y las personas que trabajan en conservación sean capaces de utilizar las nuevas tecnologías y ayuden a desarrollar la conservación electrónica. Tales acciones no están ocurriendo lo suficientemente rápido. Sin una generalización seria, predigo que muchas instituciones y programas de conservación, por buenos que sean, pronto acabarán en un estado vegetativo o algo peor.


Sobre el autor


Nirmal Jivan Shah

 

El Dr. Nirmal Jivan Shah es un ecologista de Seychelles, especialista en desarrollo sostenible y educador con más de 35 años de experiencia. Ha ocupado altos cargos en los sectores parapúblico, gubernamental, privado y de las ONG, además de trabajar para organizaciones internacionales como el Banco Mundial, la UICN, BirdLife International y varias agencias de la ONU. Ha desarrollado muchos instrumentos importantes de política y planificación, incluidos el Plan de Gestión Ambiental y la EPANB de Seychelles. Él es un líder de la sociedad civil y uno de sus logros fue la creación de los Clubes de Vida Silvestre de Seychelles. Es Director Ejecutivo de Nature Seychelles, donde ha liderado algunos de los proyectos más inspiradores en conservación, incluidos aquellos que rescataron aves en peligro crítico y restauraron islas enteras. Recientemente, algunos de los puestos que ha ocupado incluyen los de Enviado Especial del Presidente para el Medio Ambiente y el Cambio Climático, Presidente de la Autoridad de Pesca de las Seychelles y Presidente del Consejo Asesor Nacional de Medio Ambiente de las Seychelles. El Dr. Shah ha aparecido en medios de comunicación de todo el mundo, incluidos CNN, BBC, Sky, AFP, Reuters TV, SABC, CCTV, PBS, RTF y ZDF, incluso en directo en el Today Show de NBC.

 

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